domingo, 8 de junio de 2008

Los libros te llaman

Soy de esas personas que opina que los libros te llaman cuando creen que los necesitas o que les apetece contarte algo. Hoy me ha llamado uno que me ha contado el cuento que necesitaba oír y me gustaría compartirlo contigo:

Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz, que le iluminara el camino a seguir. Todas las noches, al acostarse le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. Así anduvo por la vida, durante dos o tres semanas en un estado semi místico buscando recibir una señal divina. Hasta que un día, paseando por un bosque, vio a un cervatillo caído, tumbado, herido, que tenía una pata medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado, estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias, se comía al cervatillo de un solo bocado. Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso y también de que el puma, no satisfecho con el cervatillo, lo atacara a él. Sorpresivamente, vio al puma acercarse al cervatillo. Entonces ocurrió algo inesperado, en lugar de comérselo, el puma empezó a lamerle las heridas. Después se fue y volvió con unas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua, y después se fue y trajo un poco de hierva húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer. Increíble. Al día siguiente. Cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí, y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. El hombre se dijo: esta es la señal que yo estaba buscando, es muy clara. “Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es ser ansioso y desesperado corriendo detrás de las cosas”. Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. Pasaron dos horas, tres, seis, un día, dos días, tres días,... pero nadie le daba nada. Los que pasaban lo miraban y el ponía cara de pobrecito imitando al cervatillo herido, pero no le daban nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre, que estaba ya muy angustiado, le dijo:
- Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. ¿Por qué me hizo esto?. Yo soy un hombre creyente...
Y le contó lo que había visto en el bosque...
El sabio lo escuchó y luego le dijo:
- Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy creyente, Dios no manda señales en vano, Dios te mandó esa señal para que aprendieras.
El hombre preguntó:
- ¿Por qué me abandonó?
Entonces el sabio le respondió:
- ¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo?. Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a alguien que no pueda valerse por sus propios medios.

El camino del encuentro, Jorge Bucay

2 comentarios:

Dita Ciccone dijo...

Me gusta Bucay, aunque he leído tanto de él que ya empieza a cansarme. Y también me llaman los libros, lo único que lamento es que, con este ritmo de vida de locos, no me da tiempo a nada.
Creo que fue Fernán Gómez quien dijo:"Pido disculpas a todos los libros del mundo que no me da tiempo a leer, por si se sienten desplazados", pues igual...

Britanny dijo...

Si que es verdad, con lo que me gusta leer y el poquito tiempo que tengo para ello entre las mil y una obligaciones diarias.
A mi también me gusta mucho Bucay pero es cierto que se tiene que tomar en pequeñas dosis ;)