sábado, 20 de septiembre de 2008

Todos somos personas

Todos somos personas. De igual a igual. No considero que haya una persona superior a otra o con más o menos derechos (a excepción de los que les privan del derecho de libertad porque se lo ganan a pulso). La cuestión es ¿por qué a veces se consiente que se estratifique la sociedad en niveles sociales? Hay cantantes, jefes, deportistas, gente adinerada, gente guapa, etc que a veces recibe mejor trato que cualquier otra persona simplemente por su trabajo (por ejemplo). No lo entiendo. ¿Por qué es tan dificil que nos tratemos de persona a persona en todas las situaciones? El otro día fui a una entrevista de trabajo, cosa que hacía tiempo que no hacía. El trabajo me pareció perfecto para lo que yo estaba buscando en este preciso momento de mi vida pero salí de la entrevista con un cabreo… me tocó el típico entrevistador listillo que se aprovecha de su situación para intimidarte o hacerte sentir como un acusado ante un juez esperando el fallo del tribunal. El tío no sólo no respetaba mi manera de pensar a la hora de elegir una zona de trabajo sino que además intentaba convencerme de que me estaba equivocando y de que él sabía mejor que yo lo que de verdad me convenía. Ante personas de este tipo (con este morro) a mí últimamente me sale un desparpajo –siempre desde la educación y los buenos modales- incontrolable. Le contesté educamente lo que yo pensaba sin censuras y le insinué que por mucho que me insistiera en que aceptara su recomendación no iba a cambiar de opinión sólo porque a él le convenía que lo hiciera aunque tratase de darle la vuelta a la tortilla haciendo ver que era él quien me hacía el favor a mí. Y eso no es todo, no sólo no dejó de darme la barrila sino que cuando me dijo que cuándo quería empezar y le contesté que mejor a principios de mes me pidió una explicación detallada. Al final se la dí, porque era más que buena y le pregunté si también estaba de acuerdo o quería hacerme alguna otra sugerencia. Que a gusto me quedé en ese momento. La cuestión es que salí desilusionada. Todas las ganas y la ilusión que tenía cuando entré se nublaron por cruzarme con un listillo –que se puso en ridículo dos veces él solito. Suerte, que estoy creciendo y mi ira incontrolable y destructora característica de mi adolescencia está dejando paso a una agradable costumbre de dejar las cosas para después y pensarlas en frío. Un lápiz, un papel, una balanza de pros y contras y me volvieron las ganas. Y todo esto porque ese idiota no me trató como una persona de igual a igual, como una situación de intercambio en la que a uno le interesa cubrir un servicio y a otro el beneficio de ese trabajo, sino que convirtió la entrevista en un rato incómodo y una sensación de estar a prueba innecesaria. Y ni qué decir tiene cuando te presentas a un puesto para el que vas sobradamente preparado en experiencia y formación y todavía tienes que pasar por estas cosas. Prometo al mundo que si alguna vez pongo un negocio o me encuentro en una situación en la que tenga que seleccionar a alguien para algo seré agradable y humana con la persona que tenga delante. Desde aquí hago un llamamiento a todos los entrevistadores para que sean menos capullos y recuerden lo mal que lo pasa uno en un examen o una entrevista cuando hay otra persona que te está juzgando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"No juzgues para que no seas juzgado"... qué mala costumbre tienen algunos de juzgar a priori! Y pensar que a veces juzgan a las personas por su nacionalidad, nivel social, apariencia, religión y sexo. Ahora que estoy en un proyecto internacional lo he experimentado varias veces... de seguro podría hablar horas de eso.