miércoles, 28 de noviembre de 2007

Dios vuelve en una Harley

Siempre he pensado que los libros son ese tipo de amigos que casi siempre aciertan con su visita. A veces escoges un libro para leer que es justo el que necesitabas, ese que expresa exactamente lo que sientes en ese momento de tu vida. Yo hace ya mucho que leí Dios vuelve en una Harley de Joan Brady, y en aquel momento me sentí en completa sintonía con el libro. Hoy aquel momento pasó y vivo otro pero no quisiera olvidar las valiosas lecciones que aprendí con su lectura. Aquí os dejo algunas de las citas más significativas para mí:

  • Al igual que con los hombre, todo lo que no sea moderación hace que a la mañana siguiente me arrepienta.
  • Ya estoy otra vez, pensé, demasiado romántica para mi propio provecho. Siempre concediendo demasiado crédito a los hombres antes de que hagan algo para merecerlo. No aprenderé nunca.
  • Nunca hagas nada que no desees de veras.
  • El amor propio es la raíz de todos tus problemas. Renuncia al ego y dejarás sitio sólo a la felicidad.
  • Si no me empeñara tanto en ser la niña de tus ojos, no tendrías posibilidad de herirme.
  • Lo esencial es ser honesto con uno mismo para que nada ni nadie te intimide.
  • Cuando sepas con exactitud quién y qué eres, con todos tus defectos y culiadades, entonces no tendrás que gastar tiempo y energía tratando de ser distina.
  • [los chicos] no pueden aprovecharse de algo que tú no les das (…). Dales tu amor pero no les entregues tu persona. Eso sólo te pertenece a ti.
  • El truco para encajar en cualquier lugar está en no pretenderlo.

Y por último mi favorita:

- ¿No valgo lo bastante como para atraer la atención de un hombre más de cinco minutos?

Joe meneó la cabeza.

- Sabes que no es eso, Christine. ¿Por qué aludes automáticamente a alguna carencia tuya como responsable de la conducta caprichosa de otra persona? (…)

- Bueno, probablemente es una mala costumbre mía – dije yo-. Quiero decir que tienes razón. Sé que por el simple hecho de que una persona que ni siquiera conozco no muestre interés por mí no tengo que suponer que el problema soy yo.

- Continúa – me animó Joe-. ¿Entonces por qué lo haces?

- Vagancia –dije triunfal-. Soy demasiado vaga para dejar un hábito. Es más sencillo culpar de mi infelicidad a un defecto imaginario que darme cuenta de que la gente tiene todo tipo de razones para no querer comprometerse ocn otra persona, y no hay que darle más vueltas. En ningún modo es un reproche hacia mí.


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