jueves, 8 de noviembre de 2007

Cuentos para todos

Cuando éramos pequeños nuestro seres queridos nos contaban cuentos y nosotros éramos capaces casi de parar el tiempo para escucharlo con toda la atención del mundo y prestar nuestra imaginación al narrador. Cuando nos hacemos mayores, la mayoría perdemos esas dos costumbres: la de escuchar con atención e imaginar y la de escuchar/leer cuentos. Parece como si los cuentos sólo fueran aptos para niños. Pero eso no es así. Hay cuentos de todos los tipos: para niños, para mayores e incluso para niños y mayores. Yo no sé si ya soy mayor pero desde luego no soy una niña, pero aún así los cuentos me encantan. Hoy os dejo uno de mis favoritos, espero que por un momento paréis el tiempo para leerlo con atención e introduciros en él a través de la imaginación:

El inventario de las cosas perdidas

A mi abuelo aquel día lo ví distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que era el último día de su vida. Me aproximé y le dije:

-¡Buenos días, abuelo!

Y él extendió su mano en silencio. Me senté junto a su sillón y después de unos instantes un tanto misteriosos, exclamó:

- ¡Hoy es día de inventario, hijo!

- ¿Inventario? –pregunté sorprendido.

- Sí, el inventario de ¡tantas cosas perdidas! Siempre quise hacer muchas cosas y luego nunca las hice por no tener la voluntad suficiente para sobreponerme a mi pereza. Recuerdo aquella chica que amé en silencio durante cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo sin yo saberlo. También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero no me atreví. Recuerdo tantos momentos en que he hecho daño a otros por no tener el valor necesario para hablar, para decir lo que pensaba. También me acuerdo de que en ciertas ocasiones me faltó valentía para ser leal. Y las pocas veces que he dicho a tu abuela que la quiero, y la quiero con locura. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!

Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío, se le humedecieron los ojos, y continuó:

- Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.

Luego, con cierta alegría en el rostro, continuó:

- ¿Sabes qué he descubierto en estos días? ¿Sabes cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?

- No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle el mal.

Me miró con afecto y me dijo:

- Pienso que el pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso, es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.

Mi abuelo murió aquella misma tarde. Al día siguiente, después del entierro del abuelo, regresé temprano a casa para hacer con calma mi propio “inventario” de las cosas perdidas, de las cosas no dichas, del afecto no manifestado y empezar a ponerle remedio.

"El inventario de las cosas perdidas", Aplícate el cuento. J.Soler y M. Mercè Conangla


No hay comentarios: