jueves, 17 de julio de 2008

Reflexiones (o paranoias de las mías)

Hace más tiempo del que me gustaría que no dejo de pensar en la vida, en la muerte, en la existencia, en la felicidad… A menudo me pregunto “¿por qué?” o “¿para qué?” ante cualquier hecho o circunstancia. Me paro a mirar el mundo que me rodea y veo gente agobiada por el trabajo, el dinero, la dieta, el futuro, los atascos, los complejos y las inseguridades, el miedo, etc. A veces veo a otras personas que involuntariamente mi mente prejuiciosa clasifica de “irresponsables” o “inmaduros” porque viven sin preocupaciones, sólo el momento presente, procuran ser felices ahora sin pensar en el después. No necesitan bienes materiales, estar al día con la serie de moda, tener un cuerpo escultural o un piso de más de 50m. Pensar que se están equivocando y pronto pagarán las consecuencias es algo inevitable, me educaron así: hay que trabajar hoy para poder comer mañana. El problema surgió cuando un día murió alguien y me di cuenta de que esa persona no tenía un mañana. Me obsesioné con el mío. Pasé meses con taquicardia permanente ante cualquier ruido, sombra o acción inesperada que me sorprendiera ante el miedo a encontrarme con mi fin. Me cuesta mucho aceptar que hay un fin. Todavía no lo he conseguido. Sé que las sociedades se construyen en base al momento y el lugar en que viven y las necesidades que amenazan las vidas de las personas que las forman. Sé que se crearon normas sociales “invisibles” para controlar las conductas de los demás por el bien de la comunidad. Imagino que se inventó aquello de que si uno era bueno le pasaban cosas buenas para que hubiera menos malos y la vida fuera más fácil para todos (aunque al bueno no siempre le pasaran cosas buenas). Los cuentos infantiles son un ejemplo de ello, programaban las mentes de los más pequeños para que no abrieran la puerta a desconocidos, para que no desobedecieran a sus progenitores, para que no hiriesen a los demás, … para evitar que se pusieran en peligro ante un descuido adulto, en definitiva. Lo malo de todas esas normas sociales “invisibles” que se van instaurando en la mente de las personas es que a veces se convierten en un arma de doble filo y logran amargarles la existencia. ¿Por qué sino uno deja que alguien le haga daño y trata de olvidar y perdonar sin más? ¿Por qué sino te pasas la vida esclavizada a la dieta y el gimnasio? ¿Por qué sino uno se hipoteca hasta las cejas y más allá con tal de conseguir una vivienda con habitaciones para todos? Porque lo contario está mal visto. Ser rencoroso o vengativo, tener un aspecto descuidado o tener mujer y tres hijos en un piso de dos habitaciones está mal visto. Te conviertes en una mala persona, un ser vago o un egoísta. Al menos en esta sociedad y ahora. Por supuesto hay cosas y cosas y no hay nada completamente blanco o negro, todo tiene sus tintes y a veces incluso cuesta definir el color. Sé que no es lo mismo tener un aspecto descuidado que una calidad de vida insalubre. Doy por sentados los aspectos obvios. Pero a lo que me refiero es que esta sociedad crea unos parámetros específicos para que el rebaño los siga y cuando una oveja toma otro camino y no sigue los parámetros es rechazada por la manada. Al menos se siente así en la mayoría de los casos, pero es que elija lo que elija se siente infeliz. Si elige seguir los parámetros empieza a sentirse oprimida porque no está a gusto y no está siendo fiel a sus principios, no se siente identificada con lo que hace y por supuesto no lo hace nada bien. Si por el contrario elige alejarse y buscar su propio camino, se siente observada, criticada, juzgada, etc. Puede que no esté segura al 100% de lo que quiere pero sabe lo que no quiere. El problema es que a pesar de su inseguridad decide ser valiente y emprender el camino y es de esa inseguridad de lo que se aprovecha el rebaño para alimentarse, succionar sus energías y recuperar a la oveja descarriada. Puede que la solución sea poner todo el empeño en adaptarse a la manada, pero eso tampoco es sano para la comunidad (la evolución se estancaría). Aunque para la oveja parece la solución más fácil, y de hecho, es lo que suele hacer la mayoría. Renuncia a sus sueños y vuelve al calor del rebaño. Otra solución sería apostar fuerte, llenarse de energía, valor y fuerza y tratar de ignorar o soportar todas las críticas y los empujones (al fin y al cabo algún día cederán o sino uno se acabará haciendo más fuerte que ellos). Puede que no haya solución y el destino haya querido que esa oveja se sienta ansiosa, deprimida, agobiada y fracasada toda su vida. No lo sé.

Sólo sé que sigo sin encontrar las respuestas exactas que busco, pero que a veces cuando no tengo en cuenta los detalles y contemplo la vida, sólo me quedan recuerdos de momentos bonitos, puestas de sol, paseos en agradable compañía, risas de amigos, momentos de valentía e ilusión al emprender un nuevo proyecto, postales mentales de viajes, sensaciones de besos, caricias, sonrisas… ¿Será que la vida es eso y nos agobiamos demasiado con los detalles que se transforman en facturas por pagar, jefes insufribles, obsesiones estéticas o hipótesis sobre el futuro? A veces cuando en una película a alguien le dicen que le quedan los días contados lo manda todo a la mierda y se dedica a disfrutar de ese tiempo que le queda sin agobios, sin darle importancia a lo que no lo tiene, siendo uno mismo a pesar de los demás, hace todo lo que siempre quiso hacer, etc. ¿Por qué vemos esas imágenes y pensamos que tiene razón y que hace muy bien disfrutando lo que le queda y luego apagamos el televisor y volvemos a nuestras agobiantes rutinas y a nuestros opresores problemillas de siempre en lugar de hacer lo mismo y vivir en lugar de sobrevivir? ¿Hace falta que alguien nos diagnostique una enfermedad terminal para que nos demos cuenta? ¿Quién sabe cuánto nos queda? ¿No estar en un hospital nos garantiza más tiempo de vida que alguien que lo está? No siempre. ¿Por qué somos tan idiotas, insensatos y ciegos a veces?

Sigo sin saberlo, aunque mi curiosidad me lleva a seguir investigándolo y a no dejar de buscar hasta que encuentre mis respuestas. No sé muchas cosas, pero sé que no quiero ser un ente inmóvil como una piedra en el camino que permanece ante lluvia, sol y viento sin hacer nada más que permanecer hasta que todo acabe. Sé que todo acabará para todos un día u otro pero me gustaría encontrar la forma de disfrutar el tiempo que tengo en lugar de mirar cómo pasa el reloj y suspirar mientras pienso: esto es lo que hay.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Son buenas esas reflexiones, y también me las hago, pero no es algo de "últimamente" sino de toda la vida. Constantemente pienso en eso de ser felices, qué significa, depende de nosotros, de otros, de las circunstancias, o basta sólo con pensar que lo somos? También pienso en aquello de las oportunidades que hemos tenido, las que hemos aprovechado y otras que hemos dejado pasar, en el sin fin de posibilidades que le podemos dar a nuestro destino, sólo con hacer una cosa diferente o con seguir haciéndola igual... Y así, te podría contar mil cosas, pero si lo hago, arruinaré tu entrada de blog, que por cierto me pareció muy linda y acertada... además, también me quedaría sin material para mis siguientes blogs ;-)

Saludos y un abrazo!

Dita Ciccone dijo...

creo que la felicidad está dentro de ti, tú te la guisas, tú te la comes... es cuestión de fe, de creértelo... de levantarte por la mañana y encontrarte la vida que te hace levantarte alegre. Es un ejercicio de sugestión y autoconvencimiento...

Dita Ciccone dijo...

creo que la felicidad está dentro de ti, tú te la guisas, tú te la comes... es cuestión de fe, de creértelo... de levantarte por la mañana y encontrarte la vida que te hace levantarte alegre. Es un ejercicio de sugestión y autoconvencimiento...

Dita Ciccone dijo...
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