martes, 6 de mayo de 2008

¿Profesión es sinónimo de identidad?

Vivimos en una sociedad en la que el trabajo esta sobrevalorado. Hemos llegado a un punto en que el trabajo llega a veces a confundirse con nuestra identidad. Dependiendo del tipo de trabajo que tengamos se supone que somos de una clase u otra de personas y que merecemos más o menos respeto que otro que desempeña otra tarea. Parece que no hemos evolucionado tanto como pensamos cuando echamos la vista atrás al siglo pasado y observamos cómo de importante era un abogado, un médico o un notario en aquellos tiempos. Pues a veces pienso que los tiempos no han cambiado tanto ya que hoy en día la entonación cambia notablemente en función de la profesión que mencionamos: médico, bombero, limpiadora, teleoperador, abogada, jardinero, albañil, electricista, notario, etc. Y ni que decir tiene cuando asintiendo con la cabeza como para darle importancia hablando de alguien decimos “trabaja en un banco”. ¿Es que tiene más derecho a ser respetado, a vivir o a tener una calidad de vida digna un médico que un albañil? Lamentablemente a veces por nuestra forma de hablar lo parece. Veneramos ciertas profesiones, normalmente las mejor pagadas, como si se tratara de semidioses a los que les debiéramos algo. No lo entiendo. En mi opinión, todas las profesiones son distintas, sólo eso: distintas. Puede que existan profesiones mejores o peores por las condiciones que la sociedad les ha otorgado en cuanto a sueldo u otras condiciones laborales pero todas (o casi todas) son necesarias y forman parte de nuestro sistema. A veces pensamos que un abogado es más que un electricista cuando un electricista es necesario a menudo en la mayoría de hogares mientras que hay personas que en la vida hacen uso de los servicios de un abogado. Cierto es que hay trabajos que suscitan más nuestra admiración como cuando un médico o un bombero le salva la vida a otra persona por ejemplo. De acuerdo, es digno de admirar, pero al fin y al cabo sólo están poniendo en práctica los conocimientos que adquirieron para desempeñar su tarea, la tarea que ellos eligieron. ¿Por qué entonces existe ese desprestigio social hacia las personas por su trabajo? ¿Por qué en las reuniones de padres se mira diferente a la mamá directora de marketing que a la mamá peluquera? ¿Acaso no son las dos mamás y están ahí por la misma causa? ¿No se enfrentan a diario a los mismos temores y dudas en la educación de sus hijos? ¿Es que a una le duele más que a la otra lo que le pueda ocurrir a su hijo? No. Las dos están ahí preocupándose de lo mismo, porque es otro rol: el rol de mamá. Cuando se está desempeñando el rol de mamá en una situación determinada no se debe tener en cuenta el puesto de trabajo. Sin embargo, lamentablemente seguimos confundiendo roles y lo que es peor: hacemos que nuestro trabajo sea sinónimo de nuestra identidad. ¿Por qué sino la mayoría de personas atribuyen mentalmente el adjetivo “vago” a alguien que les comenta que está en paro? Esto pasa eh (no siempre, de acuerdo) pero pasa más veces de las que nos gustaría. Somos juzgados y medidos por nuestra profesión o por nuestra nómina. Cuando oímos hablar de alguien que trabaja diez horas diarias para pagar la hipoteca y que además saca tiempo para estar con su familia, tomar un café con los amigos e ir al gimnasio los miércoles tenemos la sensación de que es una persona muy útil, muy válida, digna de admiración y respeto. Decimos “pobrecillo/a” pero en el fondo pensamos que hace bien, que está haciendo lo correcto. Por el contrario cuando nos cuentan que existen personas que trabajan doce horas diarias durante cuatro o seis meses al año y que con ello son capaces de pagar la hipoteca todo el año y disfrutar del resto de meses dedicándose a viajar, a descansar o a sus hobbies solemos pensar que se trata de vagos, irresponsables, inmaduros, etc. Decimos “¡qué suerte! ¡qué afortunado/a! ¡ojalá yo también pudiera hacerlo!” pero en el fondo nosotros no lo haríamos porque pensamos que eso no está bien, no es lo correcto. Incluso a veces pensamos que esa persona está malgastando su vida o que en un futuro se arrepentirá de ello. No lo vemos bien porque no es lo habitual, no es lo estipulado. Tampoco nos paramos a pensar si la primera persona vive en un piso de 120 m2 con cuatro habitaciones, trastero, párking y dos coches y la segunda vive en un piso de 50 m2 con dos habitaciones y cocina americana, con un coche de más de doce años y los zapatos de hace tres temporadas. Pero lo más importante, nunca nos paramos a pensar si a pesar de que a nuestro juicio ambas hagan bien o mal, son felices. Puede que la segunda persona que tiene más tiempo para disfrutar de la vida (aunque con menos bienes materiales y un piso más pequeño) sea más feliz que la primera, a pesar de que la primera esté haciendo lo correcto, lo normal. Puede también que la primera persona sea más feliz porque se siente más realizada al llevar a cabo más responsabilidades con éxito. O incluso puede que ambas sean felices a su manera. Pero no pensamos en estas cosas, tan sólo pensamos en que una tiene un buen trabajo y la otra lleva una vida bohemia (con tono despectivo o envidioso) como recriminándole por haberse salido del estándar social.

¿Qué pensáis vosotros sobre ello? ¿Creéis que a veces nuestro trabajo es sinónimo de nuestra identidad? ¿Solemos medir a las personas por su profesión?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad, ahora que comentas eso, hasta parece verdad. En cuanto digo que soy enfermera y trabajo con ancianos todos me tratan como si fuera la mejor persona del mundo y con mucha paciencia y a veces me cabrea por que yo no soy por mi trabajo, soy como soy por que quiero ser asi o porque nací asi.

Biquiños.

Dita Ciccone dijo...

Te digo lo que pienso yo:
1. Creo que hay profesiones que implican mayor grado de responsabilidad: médicos, arquitectos, policías y profesores. Por qué? porque si nos dejan la gasa de la operación en la tripa, se nos derrumba la casa sobre la cabeza, nuestros hijos se vuelven unos bichos y encima no hay policías para hacerles cumplir la ley... pues mal vamos...
2. Creo que el hecho de que sus negligencias tengan consecuencias catastróficas no quiere decir que sean mejores.
3. También que en un país como España, se siguen valorando los cvs académicos, se valora más eso que la inteligencia emocional, por ejemplo. Gran error: la empatía, las habilidades intrapersonales, interpersonales, la autoestima, la resiliencia, etc que puede tener cualquier albañil y no tener un directivo, son más importantes que tener 3 carreras, porque al fin y al cabo el trabajo es una actividad SOCIAL
Un beso, perdón por el rollo...
;-)