domingo, 27 de enero de 2013

No quiero ser otra zombi más

Como habréis podido ver últimamente escribo poco. El motivo es que no son buenos tiempos y cuando no estoy bien intento no esparcirlo. Porque lo quieras o no el estado de ánimo se contagia. Por eso no estoy tan dicharachera como de costumbre. ¿Y qué me pasa? Pues lo mismo que casi a los otros 6 millones de parados: está p*** crisis está causando estragos en mi vida. Ya hablé hace tiempo de las consecuencias de la pérdida de empleo, sobretodo las no-económicas. Cómo decía entonces, la pérdida de empleo ocasiona en ciertas ocasiones una pérdida de identidad. A menudo en nuestra sociedad nos hacemos valer por nuestra profesión. Está mal, es clasista, prejuicioso y equivocado. Pero lo hacemos. Cuando una amiga viene y nos dice "estoy saliendo con un chico, es médico" nos hacemos una idea, una idea bien diferente de si nos dice "es camarero". Asociamos cosas (dependiendo del bagaje de cada uno) pero a menudo los prejuzgamos y nos suele parecer mejor el médico (por muchas razones) pero pensamos que es mejor elección para ella. ¿Sí o no? Por desgracia, inevitablemente: sí. 

Pues cuando te quedas sin trabajo también puede ocurrir que te sientas perdido, que no sepas quién eres, y que tu autoestima se vaya minando hasta acabar en pensamientos del tipo "no valgo para nada", "soy un piojo chupa-sangre en esta sociedad", "no valgo ni para X" (X = nombre de una profesión que antes considerábamos lo más bajo y humillante). ¿Y qué ocurre entonces? Pues que cómo no te valoras -o te valoras mal porque crees que no vales nada- acabas aceptando o dejándote la piel para encontrar trabajos cuyas condiciones laborales son humillantes y deberían ser ilegales. ¿No me creéis? Echar un vistazo a los portales de empleo: ya casi no quedan trabajos de dependienta en tienda de ropa (por ejemplo), ahora son para "aprendiz" de dependiente. Es decir, para hacerte un contrato de becario y pagarte una miseria a cambio de explotarte el doble o el triple y que después de echar más horas que un reloj (que por supuesto no te van a pagar porque te venden la moto diciéndote que forman parte de tu formación de aprendiz) acabes cobrando un sueldo muy por debajo del salario interprofesional. Es más, conozco personas que invierten casi la mitad de su sueldo en ir a trabajar (desplazamiento, comida, tener que pagar a alguien aunque sea poco para que cuide de sus hijos mientras, comprarse un uniforme o lo que haga falta, etc). Recuerdo que hace años cuando estaba en el instituto más de un profesor te decía "como no os apliquéis ahora no váis a poder entrar ni en el McDonalds". ¿Habéis intentado buscar trabajo en el McDonalds hoy en día? Ni siquiera allí hay trabajo y cuando lo hay vienen con una larga lista de requisitos para según que puestos (X años de experiencia, 2-3 idiomas, estudios superiores relacionados con el puesto, etc). Es una situación desesperante. ¿Pero qué puedes hacer? Pues no mucho, a parte de protestar e ir a todas las huelgas que se convocan en contra de los recortes y la reforma laboral. 
Total, que acabas viviendo como un zombi autómata.Tu vida se convierte en una rutina sin sentido: levantarse, comer, dormir-levantarse, comer,dormir, etc. Llega un momento que uno ya ni piensa. En nada. Porque si te pones a penser corres el riesgo de deprimirte y sufrir todavía más.
                    Pues yo me niego. No. No quiero ser otro zombi más. Últimamente mi vida se ha convertido en pasarme todos los días desde por la mañana hasta por la noche (fines de semana incluídos) preparando y currándome las clases particulares porque es lo único que tengo y no quiero perder a los alumnos. Llevo así los dos últimos años y no sólo no soy nada feliz, sino que además me estoy cargando otras partes de mi vida: mi relación sentimental, mi vida sexual, las relaciones con mis amistades, mis ratos conmigo misma, mis sueños... ¡mis sueños! ¡¿qué fuerte no?! El otro día estallé y me quejaba y decía "¡basta! No quiero más esta situación. Tengo que hacer algo para cambiarlo. Tiene que haber algo que pueda hacer". Hablando con mi chico, que últimamente el pobre es más mi psicólogo que mi novio, le dije "No quiero esto. Quiero cumplir mir sueños. Quiero tiempo para mí. Quiero una vida normal en la que le dedicas al trabajo una parte del día pero no todo el día". Y, ¿qué paso? Un desastre: me di cuenta de que:
1) No tengo sueños (¡qué triste!). En ese momento no se me ocurría nada que me hiciera feliz, nada por lo que luchar, nada que quisiera conseguir (más allá de tener un trabajo digno y con contrato laboral). Nada. ¿Es triste, no? Esta p*** crisis se ha cargado mis esperanzas y mis sueños.
2) Decidí hacer un descanso. Me tomé unas vacaciones para afilar el hacha, ya sabéis, lo que dice la cita: Si un leñador tiene 5 horas para talar un árbol, pasa 4 afilando el hacha. 

Así que les dije a mis alumnos de las clases particulares que me había surgido un trabajo para 15 días en una academía y que tenía que cogerlo. Odio mentir, pero no les voy a contar mi vida personal a todos los desconocidos (sólo a los de internet :p). Ya estaba hecho, estaba de vacaciones. ¿Y ahora qué? Pues ni idea porque resulta que nunca he estado de vacaciones sin hacer nada y hace tanto de eso que no sabía qué hacer con mi tiempo libre. Cuando no tienes tiempo libre piensas: si tuviera tiempo libre... me lo pasaría tumbada a la bartola, o viendo la última temporada de mi serie favorita, o todo el día por ahí con mis amigas. Pero no. Te tumbas a la bartola y o bien te rayas o te quedas frita; lo de chupar tele está bien las dos o tres primeras horas pero luego te duele todo el cuerpo y sientes que estás desperdiciando el tiempo; y te pones a llamar a amgias y la mayoría tiene obligaciones (ya no es como en el instituto, ahora somos adultas y tenemos responsabilidades). Lo dicho, un desastre: yo y quince días para darle vueltas al coco.

Conclusión: me hacía falta. Por lo menos he roto el círculo vicioso y he podido dejar de ser una zombi. Me puse a analizar mi situación personal y a auto-solucionar mis problemas. Pero eso ya os lo explico en otro post, que me enrollo más que una persiana y cuando ves un post mío tiene pinta de ser El Quijote!!

Sobretodo muuuuchos besos y ánimos a todos lo que estamos en el paro, seguiré escribiendo sobre este tema porque nos afecta a muchos y compartirlo ayuda (aprovechar para desahogaros!).


jueves, 3 de enero de 2013

Propósitos para el nuevo año

Mis conocimientos culturales no son tan amplios como para verificarlo pero me gusta pensar en la imagen de miles de personas creando su lista de buenos propósitos a comienzo de año. ¿Es curioso, no? Tú ahí con lápiz y papel en mano pensando en cómo mejorar tu vida en qué quieres cambiar y en ese preciso instante puede que en diferentes partes del mundo otras personas estén haciendo lo mismo que tú. ¿Pero en qué consisten esas listas? ¿Por qué se hacen? Pues la verdad es que no lo sé, no es algo que te enseñen en el cole. Pero suelen contener metas saludables comunes como la propuesta de dejar de fumar, de empezar a hacer deporte, de cuidar la dieta. De hecho enero es el mes de oro para gimnasios y dietistas que llenan sus arcas gracias al sentimiento de culpa de otros. ¿Pero estos objetivos se llegan a cumplir? Mmmm yo diría que no. La mayoría se apunta a un gimnasio o empieza a asistir a la consulta de la dietista pero la energía del principio va cayendo en picado y cuando está acabando febrero ya ha vuelto a sus antiguos hábitos de vida. Y es que, en mi opinión, el ser humano es un ser de costumbres. Somos perezosos y nos gusta vivir en nuestra zona de confort, donde nos sentimos seguros y no tenemos que hacer sacrificios. 

No quiero desanimar a nadie, todo lo contrario. Que un alto número de personas haga las cosas de una manera no significa que estén bien hechas. Por suerte hay otras -dentro de las cuáles me incluyo- que no cumplimos la norma. Yo cada año hago mi lista de buenos propósitos y aunque no los cumpla todos procuro cumplir muchos de ellos. Ahí van unos consejos para confeccionar una buena lista de propósitos, sobretodo una lista factible:

1. Tómate tu tiempo para reflexionar en general sobre tu vida: qué cosas te gustan, cuáles no, cuáles cambiarías, cómo lo harías, etc. Piensa en los problemas y las preocupaciones y encuentra soluciones reales.

2. Haz una lista corta, incluye sólo las cosas verdaderamente importantes y las que se pueden cumplir. Las que dependen de ti (no vale poner "quiero ser millonario", son propósitos no deseos para Aladín)

3. Piensa en cómo vas a lograr dichos propósitos. Traza un plan y ponte ejemplos prácticos. Sé sincero contigo mismo.

Por ejemplo, un deseo común en la mayoría de las listas (principalmente en la de las mujeres) es adelgazar. Y a veces vamos más allá, "adelgazar 20kgs". ¡Toma ya! Y nos quedamos tan anchas. Lo escribimos en nuestras lista y nos sentamos a esperar que ocurra. Pasa el año y la magia no se materializa por sí sola, así que al año siguiente hacemos lo mismo. Y el siguiente lo mismo. Con lo cual conseguimos que el propósito de "perder 20kgs" se convierta en un propósito permanente. ¿Por qué hacemos esto? Son muchos los motivos: a veces no estamos dispuestas a esforzarnos lo suficiente, otras nos falta tiempo, otras nos volvemos perezosas, otras lo intentamos hasta febrero y como no funciona desistimos, etc. ¿Cómo hacerlo bien? Yo diría que trazando un plan factible, es decir, adaptable a tus circunstancias. A lo mejor no conviene seguir una dieta estricta sino comer más sano o ponerte un plato más pequeño. Lo que quiero decir es que sí sabes que ponerte a dieta supone un gran sacrificio y te va a crear ansiedad es mejor que en lugar de seguir una dieta vayas modificando poco a poco tus hábitos. Si también sabes que te cuesta hacer ejercicio lo mejor es que te propongas cosas que puedas cumplir, como por ejemplo, ir a caminar con una amiga dos veces por semana. Es preferible que hagas eso durante un año a que te propongas ir dos horas al gimnasio todos los días y no aguantes ni una semana ¿no?

No sé, yo no tengo la solución a todo, yo sólo sé lo que a mí me funciona y por eso lo comparto. Para que si a alguien más le funciona lo aproveche. Y lo que a mí me funciona es hacer una lista breve y realista de nuevos propósitos que estén a mi alcance. Así al acabar el año y la revisas ves que has cumplido la mayoría y sientes esa sensación de satisfacción y progreso que te impulsa ha crear la lista del año siguiente. Así, poquito a poquito, y sin apenas darte cuenta irás notando que tu vida va mejorando y que cada vez las vas amoldando mejor a tus necesidades. 

¿Y vosotros? ¿Hacéis lista de propósitos cada año? ¿Qué cosas soléis poner? ¿Funciona?


¡¡¡FELIZ 2013 A TODOS!!!